Cinco cosas que hacer en Salvador de Bahía

 
También hay vida más allá del Pelourihno. Y tanto. Sabía que había un barrio llamado Santiago de Compostela, fundado por algunos de mis compatriotas. Supongo que para ellos, llegar a la Bahía de todos los Santos, encontrar un clima perfecto alejado del moho galaico, ver infinitas playas de arena fina fue suficiente para asentarse. Cierto que por momentos me ponía visitar la Basílica de Santiago Apostol, o ver un partido del Galicia Esporte Clube, pero no. 

 

Salvador de Bahía fue la primera capital colonial de Portugal, hasta que Rio de Janeiro le robó el título. Desde 1510, el hermoso emplazamiento se esforzó por ser la extensión de metrópolis en nuevas tierras. El traslado esclavista de población negra para sostener las plantaciones de café, y azúcar la hizo ser una especie de magma de encuentro de culturas, y el germen del brasil moderno.

 


Hoy es la tercera urbe de Brasil con casi 4 millones de personas que se concentran en modernísimos y lujosos barrios, con altos edificios, e imponentes centros comerciales, junto con barrios no tan magníficos. La ciudad de los contrastes. Me encanta cruzar la ciudad, y ver la explosión de gente, la vida local, y los coloristas paneles. Carteles, mercados, y actividad sin límite.

 

Además de su Pelourihno, el Casco Histórico,  hay cinco cosas imprescindibles que debes hacer cuando visites la ciudad.

 

1) Nosso Sehnor do Bonfin. 

 

Al norte de la ciudad, es uno de los centros de peregrinación más importantes de Brasil. Esta basílica de estilo rococó y neoclásica, esta siempre invadido de fieles.

 

En la Sala de los Milagros encontramos exvotos, ofrendas, cartas, todo ello vivido con suma emoción en una de las poblaciones más religiosas del mundo. Hay un lugar con  miles de cintas al viento. Las fitas, cada una de un color, con una petición diferente. No te lleves ninguna. Tendrás una de las peores maldiciones posibles.

 

 

2) Las playas

 

Sobre todo la urbana, que es multitudinaria.

Porto da Barra. Debemos citar Itapuan, Pituba, Artistas. Los arenales brasileños son un constante desfile de «gente guapa». Y no es un tópico. Juegan al fútbol, corren, nadan, y simplemente se pasean. Gente con bronceados perfecto, y bañadores mínimos.

 

Si no quiere competir físicamente con una población muy,  muy joven y que adora mostrarse, siéntese en cualquier terraza. Refrésquese con un buen choppe de cerveza. Unos camaroes y ver como va y viene la gente. Las aguas son de un insultante color esmeralda.

 

3) Las fortalezas. 

 

Punto disputadísimo, sufrió decenas de ataques a lo largo de su historia. Durante años cientos de pueblos intentaron robar este portentoso trozo de tierra. Para eso, el poder colonial jalonó la costa de fortalezas prácticamente inexpugnables, para que nadie escapase del cañoneo de las baterías de la costa. El de San Diego, ofrece una impresionante de las playas, y el más concurrido es el de San Antonio de Barra, con el famoso faro de Farol de Barra.

Además el de Santa María.

 

4) Santería y el folclore

 

Carnaval y música en cualquier esquina. Cuando los esclavos negros fueron arrancados de África, y forzados a penosos trabajos en las colonias, no olvidaron su acerbo cultural. Trajeron su música, danza, y religión. Convertidos al catolicismo a la fuerza, tuvieron el increíble ingenio de sincretizar todo.

 

Capoeria, y una forma particular que mezclar música, danza y religión. La palabra son los ritos del candomblé o la macumba. Hay decenas de ritos «aturistados», pero un buen lugar para verlo sería el Centro AfroBrasileiro en Rua Alfredo do Brito 39

 

5) Comida

Los Acarajé es el snack por excelencia de Salvador de Bahía. Pero si hay un plato universal, es la Freijoada.

Y también de origen africano, con aportaciones locales. Una especie de guiso, equivalente a un cocido, con ingredientes locales.

Los portugueses trajeron, entre otras cosas, la carne de cerdo en salazón, y cuando daban las sobras a los esclavos estos hicieron una mezcolanza usando los frijoles negros, como base de su dieta. Además berza local, farofa, y el omnipresente arroz también muy portugués.

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