UN DIA EN BOLONIA: Soportales y torres

La vieja Bolonia, o la Urbe Roja no por su corazón comunista, efervescencia politica de una de sus universidades más antiguas de Europa, sino también por el color de sus edificaciones de ladrillo rojo, es la eterna segundona.

Es comunmente conocida por la «Dotta, Rossa y Grassa«, Dotta porque su universidad es la más antigua de Europa, Rossa por ser tradicionalmente de izquierda, y Grassa por su rica gastronomía. Al aeropuerto de Bolonia no vuelan muchas compañías.

Ahora Ryanair, y también carísimos vuelos de Air Nostrum. Opté por la segunda opción. Cierto es, que volar en un avión regional es una delicia, y aterrizar en el aeropuerto de la ciudad del centro de Italia, es muy escénico y rural. La aerolínea regional podría seguir siendo una compañía deliciosa, si el catering ahora no se cobrase, y no fuese tan mediocre como el de Iberia. El día estaba luminoso y el vuelo resultó muy placentero.

Callejeando por la ciudad.

En medio del país, es una de las grandes en donde el turismo va de paso. Digamos que como Turín, atesora un increíble patrimonio monumental y kilómetros y kilómetros de soportales. Cierto que pueden llegar a resultar cansinos, pero le da un aspecto destacado.

Como ocurre en cualquier punto de Italia, sus plazas son artísticos escaparates del alma estetica en donde el arte se abre camino, hasta dejarte enfermo de tanta contemplación. No solo la famosa catedral inacabada de San Petronio, sino las damas que coronan los cuatro lados de Piazza Maggiore.

En los cuatro costados palacios, cual hermosas damas como el Re Enzo del hijo del Emperador Federico II, el Podestá, Banchi (de los banqueros) o el Notai (de los banqueros), y otros elementos que hacen Piazza Maggiore un enorme pastel de arte, como el famosa Fonte de Nettuno en la adyacente Piazza de Nettuno.

Bolonia tiene dos cosas destacadas, que la hacen especialmente hermosa, además de la mortadella. En primer lugar, no hay calle que casi no tenga soportales, lo que en el primer momento, nos hace sentir un poco agobiados de tanta uniformidad, y las famosas torres boloñesas.

Los soportales, ni más ni menos que 42 kilómetros de pórticos. Por otro lado, las familias nobles decoraron la ciudad con altivas torres (de las que quedan 20 en total), pero con dos protagonistas famosas. En primer lugar la famosa «Torre de Pisa» local que es la Garisenda con una inclinación de 3 metros. Tras contemplar su alarmante inclinación, se construyó la Asinelli, con una leve inclinación de 22 cm.

Fuera del entorno de Piazza Maggiore, hay que visitar algunas cosas relevantes. En primer lugar, una de las iglesias destacadas como San Esteban. Un extenso complejo de edificios históricos que destacan: San Esteban, Il Sepolcro, San Vitale, Cortile de Pilato, Martyrium y el Claustro y Museo.

 Caminando entre soportales, debemos visitar il Palazzo Arcivescovile, San Francesco y San Salvatore. Si las fuerzas nos abandonan en nuestra caminata, debemos tomar el bus 36 o 37, para llegar a la Pinacota Nacional de Bolonia, en Via delle Belle Arte. Una de las más importantes del país. En sus más de 30 salas muestra obras claves de pintores como Raffaello, Carruci o Guido Reni.

 Los seres humanos tenemos una mente selectiva y corta, que nos hace quedarnos con los últimos recuerdos de cada lugar que visitamos. La primera impresión fue de una ciudad especialmente áspera, monótona, y con una población que cree que los turistas, no necesariamente son una bendición.

Pero mi disco duro fue cambiando lentamente, y no por la potencia monumental de una ciudad artísticamente inmensa, sino porque además de bella es auténtica, estudiantil y muy local. No preocupé de nombres monumentales, solo caminar sin rumbo.

Y cuando quieres evadirte, aprecias el bullicio como el de Bolonia, y de sus plazas anónimas más allá del «cogollo» monomuntal. No solo jóvenes contestatarios, pintadas, sino por el ambiente estudiantil del final de la Via Zamboni, que es espectacular. Me retiré perdiéndome por las callejuelas de en la Bolonia, «la nuit», con una iluminación muy sugerente, y disfrutando lentamente cada una de las esquinas de la ciudad.

Comiendo en Bolonia

Comida Emiliana ¡prego¡, y los arcos laterales de Via Degli Orefici o Pescherie Vecchie aparte de callejones medievales, la vetusta Librería Anannina, es el lugar de los aperitivos a media tarde. Terrazas bajos los soportales, con buffet de tapas acompañadas de Spritz o Proseco como el Nu Lounge, o el Palais en Via dei Muesi.

Hay salumerias, restaurantes varios (hay que probar la Casa Schiavina, que desde 1831 es el lugar boutique gastronómico más interesante de la ciudad), y el ambiente local es particularmente activo como en la Vía Pratello. Es una calle recolecta de tapeo de la ciudad.

Donde alojarse

El NH de la Gare resultó un fiasco, y no es recomendable, salvo por el precio. O sea el tipico hall de diseño, querer y no poder cuando descubres habitaciones no rehabilitadas, aunque moderadamente confortables, con la estación de tren justo enfrente. Otro motivo, que compensa la estancia es su variado desayuno buffet por la mañana.

No puedes hacer el check in hasta las tres, y resulta un poco alejado del centro de la ciudad, que es Piazza Maggiore, aunque sea accesible a pie. Caminar por la inmensa y rectilínea Via de la Indepedenzia, bajo los soportales hasta el corazón de la urbe, nos da idea de lo extenso que es la vieja Bolonia. De esos lugares con poca afluencia monumental en donde gastaremos nuestras zapatillas.

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