NAVEGANDO EN REGENT CRUISES: Zarpando

Será porque estoy mayor, pero zarpar desde al lado de casa, es muy relajante. Salir de bahía de La Coruña, a pesar de los bamboleos marinos, sigue siendo uno de los espectáculos más hermosos del mundo. Había cerrado maletas hacía dos horas, y el Seven Seas Voyager, se mostraba impoluto. 

Regent Cruises es una compañía en lo más alto del palmarés. Considerada la mejor «all inclusive» (todo incluido), es sinónimo de lujo, en lo que a cruceros de alto standing se refiere. La nueva incorporación de la compañía, el Seven Seas Explorer es uno de los saltos más ambiciosos, para convertirlo en el más lujoso del mundo. Mi Seven Seas Voyager es coqueto, pero arrastra ya unos añitos.

Dentro del escogido ramillete de las navieras de lujo, y podrían contarse con los dedos de una mano, está Regent Cruises. Una de las más laureadas por su concepto all inclusive (todo incluido).  Es fundada por la cadena de hoteles de lujo Radission, con el vanguardista Radission Diamond; un impactante catamarán. Tras una suave evolución de fusiones,  ha pasado recientemente, junto con Oceanía, a ser parte del gran emporio Norwegian Cruise Line.

Nuestro protagonista, el Seven Seas Voyager entra en la compañía el 27 de febrero de 2003, pero no tenía la cabeza para efemérides históricas. Habría tiempo de explorar cada una de sus esquinas, en una mini singladura entre Coruña y Londres.

Me siento en el Polo Grill, en la piscina, y aunque el servicio es algo lento, con mi «cómida rápida gourmet», el barco se va alejando del puerto. Siempre he pensado que en el puerto de Coruña, hay dos barcos. El crucero de turno, y la fascinante línea de fachadas acristaladas de la Marina, cual flanco de otro barco, que lo hacen una de las estampas más impresionantes, cuando abandonas o te acercas a Coruña en barco.

Zarpando:

El barco, poco a poco, se va alejando, gira con dedicación el dique de abrigo, y se enfrenta con dignidad a las salvajes aguas Atlánticas. Un entorno privilegiado, en donde me gusta acurrucarme en una tumbona, y contemplar el esplendor del litoral galaico.

La Torre de Hércules, como soberbio vigilante, las verdes tonalidades de las orillas, mezcladas con el marrón de los acantilados, y adornados, por la espuma de las bravías aguas golpeando la orilla. El mar es azul, muy azul, y he llegado a contar hasta 15o tonalidades añiles. El sol brillaba, en un mes de mayo especialmente benigno.

Me relajo en mi balcón, y creo que va a ser una singladura especialmente buena.

 

 

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