Chocolateando en Barcelona

 

Negro, untoso, intenso; el chocolate como manjar universal tiene millones de adeptos. Por legiones. Desde que fue introducido por los Españoles en la Europa del XVI, como placer de ricos y poderosos ha venido sofisticándose hasta tal punto que es uno de los productos gourmet más delicado y delicioso. 

Mediático como nadie esta presente en cine, arte, literatura. No quiero filosofar como en «Como Agua para Chocolate». Cierre los ojos, imagínese su sabor, textura y delicada presencia.  Vamos a Barcelona como uno de los lugares de la tierra en donde la tradición ha alcanzado niveles sublimes.

Cierto que los atractivos de Barcelona son muchos, pero si está cansado de visitas tradicionales, no quiere preocuparse de las calorías, y tiene un momento de «bajón», nada mejor que subir la autoestima llenando la boca de chocolate. Pocas ciudades mejor que en Barcelona.

Toda la tradición chocolotera catalana está íntimamente vinculada a gurus, apellidos relevantes, que han convertidos sus creaciones en verdaderas obras de arte. Apellidos famosos, han sublimizado el noble elemento, como Rovira, Butrón, Balaguer etc. Pero también pequeños establecimientos, que no necesitan de un apellido detrás para hacer del chocolate una tentación.

Hay decenas de rutas de rutas del chocolate. Esta es la mía. ¿Chocolateamos un poco en Barcelona?. Tenemos que comenzar por el corazón de la ciudad. Y más concrétamente las Ramblas 83. Al lado del Liceo, y desde hace tiempo,  los escaparates de la Pasteleria Escribá del maestro chocolatero Antonio Escribá, son una atracción turística. No solo por los objetos históricos relacionados con la elaboración del chocolate, sino por su interior lleno de «sabor». No solo dulce, sino por su ambiente intemporal. No dudes en pedir un chocolate a la taza y encima un surtido de bombones de la casa.

Pero hay otras chocolaterías con más sabor de «barrio», y sin tanto renombre. Cruzamos las Ramblas y vamos a la pequeñita Calle Petritxol, paralela al emblemático bulevar barcelonés. En la Plaza San Josep Oriol encontramos un anónimo lugar, con ambiente de art nouveau en donde se percibe el olor al buen chocolate de barrio.

Es el Drac de Sant Jordi. De igual manera que Xocoa Petritxol, junto con la Palleresa, es un lugar clave. No tiene una opulenta presentación, pero sus escaparates nos recuerdan a los de la pelicula Chocolat, y más concrétamente el establecimiento de la «Binoche». Tabletas artesanas, unas tartas de chocolate de muerte, hacen de este lugar un lugar para perderse.




Barcelona todavía conserva antiguas pastelerías que siguen manteniendo la tradición de la buena pastelería de toda la vida, y unos productos chocolateros notables, artesanos y naturales. La primera en la Plaza del Ángel 12, y conocida como La Colmena se ha convertido en un patrimonio gastronómico de la ciudad. Abierta desde 1849 es todo un espectáculo. No solo productos pasteleros catalanes de toda la vida sino unas trufas inmensas que quitan en el hipo, y mousse de chocolate soberbio.

Y si hablamos de pastelerías artesanas de toda la vida, que son usualmente lugar de peregrinaje de famosos, Brunell´s en Princesa 22, es el típico lugar en donde solo contemplar sus escaparates repletos de tipismo, chocolate envuelto en papel, es pecado. Me motivan y provocan los enormes craquers de varios chocolates y sabores de sus escaparates. Dentro, además de un maravilloso aroma, turrones artesanos, los bombones son el regalo perfecto.



Y ya más adelante en el antiguo convento de San Angustín en la Plaza del Comercio 36, encontramos el Museo del Chocolate. La entrada de 5 euros, es una tableta de exquisito chocolate negro.

No es un lugar especialmente interesante a pesar de los obradores, talleres infantiles, y las figuras de chocolate gigante como la de Messi sino por la cafetería de la entrada, en donde no podremos decidirnos, sobre que tomar con nuestro café. Adoro sus bombones son sugerentes sabores y combinaciones.

 

 

He dejado para el final, mi lugar favorito. Adoro Santa Maria del Mar. En su opulencia visual, simplicidad, armonía encuentro refugio para alma y espíritu, tras una jornada de exploración. Pero cuerpo y alma; y tras calmar mi interior, y salir con aires zen, toca el estomágo, y Bubó, «pastelería de diseño» es un lugar muy fashion en donde mezcla calidad, chocolate, y arte culinario.

Tras su creaciones de autor, se encuentra un maestro chocolatero como Carles Mampel, que ha conseguido decenas de premios gastronómicos. Quizás los pasteles sean algo caros (unos 4 euros), pero recomiendo probar el mejor pastel de chocolate del mundo, en 2005. Y es la bomba gastronómica llamada Xabina. Delicado y contundente a la vez. Otras creaciones serían Mamilaka, Milhojas de chocolate, o el sublime Cruixent de Avellanas.

Su dirección Carrer de les Caputxes, justo enfrente de Santa María del Mar.

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